LA LUNA



Después del Sol, es la Luna el astro que más atención ha suscitado siempre entre los hombres. Por su fácil visibilidad, la Luna ha jugado siempre un papel fundamental en la historia del hombre. Es el único astro de todos los que existen  cuyos detalles podemos contemplar a simple vista. En otras palabras, la Luna es todo un espectáculo, sin necesidad de emplear instrumental alguno. No debe extrañarnos que desde hace tiempo el hombre conoce al dedillo los menores detalles de la "cara" visible de la Luna.
Como es sabido el astro lunar sólo nos presenta uno de sus hemisferios, el otro, el oculto, no nos fue conocido hasta el hombre lanzó los ingenios espaciales que nos permiten conocer la otra "cara" de la Luna. Los observadores terrestres no podemos explorar con nuestros instrumentos ópticos más que la mitad de la superficie de nuestro satélite, concretamente, llegamos a ver un 59% gracias al movimiento de libración y de balanceo de la Luna. Vemos una sola "cara" debido a que el movimiento de rotación empleo el mismo tiempo que el de traslación.

Las manchas claras y oscuras que vemos en su superficie nos recuerdan un rostro humano. El mare Imbrium y el mare Serenatis forman los dos ojos, redondos y cadavéricos, y el mare Nubium es la boca. La verdad es que la Luna llena, con sus rudos contrastes entre zonas clara y oscuras semeja mucho más una cara humana que los mapas, donde se representan con más detalle los accidentes secundarios.
Si nos acostumbramos a observar la Luna con un telescopio, tendremos el Sur arriba, el Norte abajo, el Este a la derecha y el Oeste a la izquierda (todo lo contrario que en la visión directa). Para un observador situado en el hemisferio Sur de la Tierra, la imagen telescópica de la Luna dará el Norte arriba, el Sur abajo, el Este a la izquierda y el Oeste a la derecha: también todo lo contrario que su visión directa.
Lo primero que nos llama la atención al observar la Luna llena a simple vista o, aún mejor, con unos prismáticos  son los extraordinarias radiaciones brillantes que parecen salir del cráter Tycho, cercano al polo Sur, y que cubre más de la mitad de la superficie visible de nuestro satélite. Otras radiaciones menos extensas surgen de los crateres de Copérnico, Kepler y Aristarco, en la zona este. Pero poco a poco que repasamos la vista, reconoceremos que lo más destacado del panorama general es el contraste entre la zonas claras, tradicionalmente consideradas "tierras" y las zonas oscuras, tradicionalmente consideradas "mares". Realmente, toda la Luna es gris, pero las tierras son de color gris claro y los mares de color gris oscuro. Las tierras son simplemente grandes amontamientos de rocas y los mares enormes llanuras cubiertas de polvo volcánico o meteórico, que cabalga sobre vastas coladas de lava.
Al primer vistazo, observamos que las "tierras" abundan en el hemisferio Sur de la Luna, con una cuña que llega hasta el ecuador por la parte central, en tanto que los mares abundan en el hemisferio Norte y en las zonas marginales, como envolviendo a las tierras. Son también más extensas las manchas oscuras en la mitad Este que en la Oeste: lo cual nos explica que el cuarto creciente sea más luminoso que el menguante.
El primer detalle que nos choca en el extremo occidental de la Luna es el mare Crisium, o mar de las Crisis, aparentemente ovalado, aunque en realidad es circular. Es el único gran "mar" totalmente asilado entre las "tierras" claras de la superficie visible, pues todos  los restantes aparecen más o menos comunicados unos con otros. Oscuros y enlazados entre sí: el Serenatis, el Tranquilitatis y luego, bifurcándose  el Fecunditatis y el Nectaris. De ellos, el mare Serenatis es el más destacado, no solo por su forma regular y su color más oscuro, sino por estar enmarcado en altas cadenas de montañas (el Caucaso, el Taurus, los Haemus) que contribuyen a proporcionarle su aspecto de cuenca.
En el centro de la Luna distinguimos otras manchas oscuras de menor extensión (el mare Vaporum, el Sinus Medii o Golfo Central) y a lo largo desl casquete polar Norte se extiende un mar estrecho, difícilmente distinguible a simple vista, el mare Frigoris. Entre éste y el "ojo" oriental de la Luna, el mare Imbrum, se prolonga una delgada península, donde se encuentran la cordillera de los Alpes  y el circo de Platón. El mare Imbrium es el mejor dibujado de toda la superficie lunar. Casi perfectamente redondo, queda enmarcado por altas cordilleras con los Apeninos, Los Alpes, el Jura y los Cárpatos. Con unos prismáticos  apenas vemos otra interrupción en su negra superficie que el magnifico triángulo de círculos claras que dibujan los circos de Arquímides, Autólico y Aristilo.
Gran parte del hemisferio oriental lo ocupa el Oceanus Procellarum u Océano de las Tempestades. Es la mayor superficie oscura de la Luna, aunque de las peor definidas, y con una serie de interrupciones, entre las que cuentan los poderosos circos de Cópernico, Kepler y Aristarco.
Al Sur del Oceanus Procellarum se extiende lánguidamente el mare Nubium, la aparente "boca"de la Luna, y una de las zonas más tristonas y  difusas de toda su superficie visible.
Excepto dos pequeñas manchas oscuras (Grimaldi y Schickhardte), intermedias entre  los mares y circos, todo al borde oriental parece un ribete claro. Sin embargo, la mayor masa de tierras se encuentra en la zona Centro-Sur. Aquí, aparte del radiante Tycho, se encuentran los circos más gigantescos, como Clavius, Maurolyucus, Stoffer, Hipparchus, etc., así como las más altas cordilleras: Leibniz, Dörfel y la extraordinaria pirámide de Newton, el Everest selenita, con sus 7.700 metros de elevación.

Datos extraídos del libro Guía del Firmamento. Autor José Luis Comellas. Ediciones Rialp, S.A.